La construcción de una Europa unida es un viejo sueño de todas las generaciones posteriores a la II Guerra Mundial. A lo largo de los años hemos conseguido que ese sueño vaya tomando forma con la creación de la Unión Europea y con todas las políticas de cohesión que han conseguido acercar a los estados miembros, con una moneda única y con la libertad de movimiento de personas, capitales y mercancías.
Entre las muchas ventajas que disfrutamos como ciudadanos europeos al pertenecer nuestro país, España, a la Unión Europea, es la de tener la posibilidad de adquirir la tarjeta sanitaria europea que te otorga cobertura en desplazamientos entre cualquier país de los 28 que forman la Unión europea, (Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Chipre, Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Rumania, Suecia) junto con los países del Espacio Económico Europeo (Islandia, Liechtenstein, Noruega) y Suiza.
En desplazamientos temporales a cualquiera de los países mencionados con anterioridad, y en caso de percance médico, cualquier portador de la tarjeta sanitaria europea y los beneficiarios a su cargo, estarán cubiertos en las mismas condiciones que cualquier residente del país al que viajamos. Esto no significa la gratuidad del tratamiento ya que existen grandes diferencias entre los sistemas de salud de los estados miembros, y no en todos, la prestación de los servicios es gratuita.
Siendo cierto lo expuesto, lo que consigue la tarjeta sanitaria europea, es que en el caso de tener que pagar por un servicio médico, los no residentes que provengan de un país miembro, paguen la misma cantidad que un residente del país.
Quedan excluidas de la cobertura con la tarjeta sanitaria europea, los viajes que se hagan expresamente para recibir un tratamiento específico en otro país o aquellos que se hagan de manera permanente y que conlleven el cambio de residencia.