La imparable subida de los precios de la energía en los últimos meses ha provocado que la lacra social de la pobreza energética se materialice en muchos más hogares españoles
El incremento de los precios de la energía es una realidad que ha azotado las economías de los hogares europeos con especial fuerza en el último año y ha puesto de relieve el concepto de pobreza energética. Las temidas facturas de la luz han llegado a los buzones de los ciudadanos dejando una pregunta en el aire: ¿cómo vamos a hacer frente a esta subida estratosférica?
Esta preocupante situación es la imparable consecuencia de numerosos factores que se han ido sumando en los últimos tiempos: la crisis de la covid-19, la inflación, la caída de importaciones del gas procedente de Rusia, etc.
La sombra de la crisis energética es alargada, y esto se traduce en una dura realidad para muchas familias: encontrarse de la noche a la mañana bajo el paraguas de la pobreza energética. No poder afrontar los nuevos gastos, no tener acceso a la propia energía o incluso no manejar o comprender la información pertinente suponen elementos centrales de este tipo de pobreza.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de pobreza energética?
La pobreza energética es un término que refleja las desigualdades socioeconómicas en el suministro, consumo y disposición de la energía. La Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética la define como “una manifestación más del fenómeno general de la pobreza y la exclusión social. Se trata de un problema que cada vez está más presente en la conciencia pública, no sólo en España, sino también en la Unión Europea y en el ámbito global”.
Es una lacra presente en todos los países del mundo y es reconocida como un problema de salud pública por la Organización Mundial de la Salud (OMS). También los Objetivos de Desarrollo Sostenible del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo la contemplan en su séptima meta: garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna. No alcanzar una temperatura correcta en los hogares, no tener acceso a agua caliente o a dispositivos que funcionen con electricidad influye en gran manera en el desarrollo de enfermedades físicas y mentales en las personas.
Según un informe elaborado por Médicos del Mundo, este tipo de pobreza afecta a casi 7 millones de personas en España y a un tercio de la población mundial. La pobreza energética golpea de forma más feroz a las familias más vulnerables, que son más susceptibles de tener un acceso limitado a gas y electricidad, lo que dificulta enormemente cubrir las necesidades más básicas.
Asimismo, no solo la pobreza que se hace patente de manera “física” es considerada pobreza energética, sino también la falta de información y de herramientas para saber optimizar el consumo en las casas. Este desconocimiento a la hora de interpretar los datos expuestos en las facturas de luz y gas y la consecuente inexperiencia para reivindicar los derechos incide en la eficiencia energética de las viviendas.
La excepción ibérica
En las reuniones más recientes del Consejo Europeo, los mandatarios de los 27 estados miembros han debatido durante días para buscar una salida viable ante la frenética subida de los precios de la energía. España y Portugal han conseguido llegar a un acuerdo con la Comisión Europea para dar luz verde a la llamada “excepción ibérica”, una medida sin precedentes para poner un tope al precio del gas en los países ibéricos, lo que repercute de manera directa en el precio de la luz.
Esta iniciativa, que se puso en marcha en el pasado mes de junio, aprueba una reducción que oscila entre el 15% y el 20%. Aprovechando la ocasión, la presidenta de la Comisión Europea Ursula Von der Leyen ha hecho un llamamiento que insta a los países a reformar sus sistema de energía para dar prioridad a las alternativas renovables. "Tenemos que dar un paso adelante para adaptar nuestro mercado eléctrico a las condiciones modernas", indicó la presidenta en una comparecencia.
Esta nueva medida arroja un rayo de esperanza en la vorágine de incremento de precios de la energía, ya que el tope a la subida se empezará a ver reflejado en las facturas venideras.
Ideas para combatir la pobreza energética
La Agencia Internacional de la Energía y la Comisión Europea han elaborado de forma conjunta una lista de recomendaciones que no solo incrementan la eficacia en el uso y consumo, sino que tiene un impacto positivo en la economía de las familias. Estas son las medidas que proponen tomar desde nuestros hogares para optimizar la energía empleada en nuestro día a día.
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Un grado de diferencia: Reducir un grado la calefacción o subirlo en el aire acondicionado puede disminuir hasta en un 10% la cantidad de energía gastada en un año
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Electrodomésticos de bajo consumo: Adquirir electrodomésticos eficientes contribuye a reducir tanto las facturas del hogar como nuestra huella de carbono
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El ajuste adecuado de la caldera: Este simple gesto permite ahorrar hasta un 8%, lo que se traduce en una rebaja que ronda los 100 euros
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La priorización del teletrabajo: Si contamos con flexibilidad para trabajar desde casa, las emisiones de gases a la atmósfera de los transportes (especialmente de los coches) se reducen en gran medida y puede suponer hasta un ahorro de 35 euros al mes para la economía doméstica
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Trayectos compartidos: En caso de necesitar usar el coche para desplazarnos, ponerse de acuerdo con amigos y compañeros para compartir trayecto rebajan tanto los gastos energéticos como los económicos
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¡No tan rápido!: Disminuir la velocidad a la que conducimos en 10 km/h también influye positivamente, ¡y solo requiere pisar menos el acelerador!
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Domingos de paseo: Muchas ciudades sostenibles ya proponen dejar el coche en casa los domingos para evitar la excesiva circulación (y, por tanto, contaminación) en las calles
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Sé tu propio motor: En ocasiones utilizamos nuestro vehículos para trayectos excesivamente cortos, así que para estas situaciones es una buena idea hacer el camino en bici o incluso a pie
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El transporte público es tu amigo: La red de transportes de cada ciudad está pensada para conectar a sus ciudadanos sin necesidad de recurrir al coche, una ocasión perfecta para vivir nuestra propia ciudad desde una movilidad mucho más sostenible
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Pasajeros al tren: Hay vuelos que cubren distancias de menos de 1000 kilómetros que pueden ser perfectamente reemplazados por el tren, y además, se pueden descubrir paisajes preciosos en los trayectos.