Corea del Sur, el país que recicla el 95% de sus restos alimentarios
Corea del Sur ha encontrado la fórmula para luchar contra el desperdicio alimentario: ha pasado de generar 130 a solo 11 kilogramos
¿Existe alguna manera de luchar contra el despilfarro de comida? Corea del Sur se propuso responder a esa pregunta. En un país donde hasta hace pocos años se desperdiciaban alrededor de 130 kilos de alimentos anuales por persona, se ha conseguido reducir esa cifra a menos de 11 gracias a la voluntad política para hacerlo y a una potente inversión en tecnología.
Mientras miles de millones de personas sufren de desnutrición severa cada año, una ingente cantidad de comida acaba en el cubo de basura, sobre todo, en los países con mayores recursos económicos. Los excesos en la producción agrícola y ganadera están, además, pasando una factura medioambiental que, si no se atajan de raíz las malas prácticas, pronto será inasumible para el planeta. Como apuntan los informes de los científicos, sin una transformación profunda del sistema de producción y consumo, pronto será imposible cumplir —o, ni tan siquiera, acercarse— los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En esa labor, uno de los principales problemas es el desperdicio de alimentos: un tercio de comida al año se pierde o se desperdicia en todo el planeta. Esta práctica está detrás de entre el 8 y el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero generadas por el ser humano, según los cálculos de la ONU.
Según el World Economic Forum –más conocido como el Foro de Davos–, cada europeo tira de media 95 kilos de comida al año. Cada estadounidense, 115. Todo este despilfarro de comida no solo supone producir alimentos para que terminen en los contenedores. También implica la pérdida de los recursos utilizados para su producción y toneladas de CO2 que acaban, en vano, en la atmósfera.
Corea del Sur: conciencia ambiental y desarrollo tecnológico
El país asiático se ha convertido en todo un ejemplo para el mundo gracias a una iniciativa gubernamental que entró en vigor en 2005, cuando se prohibió el vertido o desecho de alimentos. A partir de ese momento, los montones de comida en la basura dejaron de ser una estampa común para volverse cada vez más extraña. Después, en 2013, el reciclaje de residuos de alimentos –obligatorio en el país– se comenzó a realizar a través de unas bolsas biodegradables especiales cuya compra sirve para financiar el 60% del engranaje del programa de aprovechamiento de residuos: reciclar alrededor de 10 litros de desecho alimentario cuesta menos de un dólar.
Esta normativa tan solo fue el inicio del camino. Como aliciente extra para reciclar, los residuos que se introducen en las bolsas biodegradables se depositan en contenedores "inteligentes" de pago que, a través de una tarjeta personal, registran la cantidad de desperdicios que cada persona recicla. Cuanto más pesan los residuos, más hay que pagar por su reciclaje. Por tanto, los habitantes intentan reducir al mínimo sus desperdicios. El contenido de esas bolsas acaba en plantas de procesamiento donde se les quita la humedad y se exprime para obtener biogás y aceite biológico. Una vez secos, estos residuos se utilizan como fertilizantes y alimentos para animales, medida con la que se intenta impulsar la agricultura urbana y los compostadores en las ciudades. Así, el Gobierno de Corea del Sur se asegura de que se desperdicie el mínimo de comida posible y se tire solo aquello que realmente no se puede aprovechar.
Tan solo en la ciudad de Seúl se han instalando 6.000 contenedores automatizados de este tipo que han conseguido reducir el desperdicio de alimentos en 47.000 toneladas en seis años. ¿Podría exportarse este modelo de éxito al resto del planeta? Si Corea del Sur ha conseguido reducir de manera drástica la cantidad de comida que acaba en la basura, implantar modelos similares en Europa podría suponer una solución al desperdicio alimentario que ayudase a reducir la desigualdad y proteger el medio ambiente.