Los microplásticos son piezas diminutas de material plástico. Descubre cuál es su origen, dónde podemos encontrarlos y la problemática que generan
Los microplásticos son piezas diminutas de material plástico. Aunque nos parezca extraño, no hay consenso científico sobre el rango de tamaños para la definición de estas partículas. La más utilizada recoge que tienen un diámetro inferior a 5 milímetros (mm), lo que sería, más o menos, el tamaño de una hormiga o un virus.
Plásticos y su clasificación
Otras clasificaciones del plástico, en función de su tamaño, los separan en medidas muy diferenciadas. De mayor a menor tamaño se distinguen: los macroplásticos, mesoplásticos, microplásticos y nanoplásticos. Los últimos normalmente se definen como un tipo de microplástico menor de 1 μm (una milésima parte de un milímetro). Este hecho dificulta la comparación de resultados entre las investigaciones sobre los impactos de cada uno de ellos.
Los microplásticos y nanoplásticos se dividen en dos categorías, primarios y secundarios, según su origen. Los primarios son aquellos que se han fabricado directamente en ese tamaño. Ejemplo de ello son las conocidas microesferas presentes en muchas pastas de dientes, exfoliantes o detergentes, y multitud de otros productos de uso industrial y agrícola, que llegan directamente a ríos, embalses y mares, a través del aire, del desagüe o por arrastre con la lluvia. Los secundarios son los que derivan de productos de mayor tamaño, que se han degradado por su exposición a la luz ultravioleta, el viento, el agua y/o microorganismos. Llegan al medio natural por su abandono o mala gestión del residuo que los ha originado.
Microplásticos, ¿cuál es su origen?
Aunque el conocimiento científico de los microplásticos se sitúa en la década de los 70, no es hasta 2004 cuando se acuñó el término, gracias a la investigación realizada por el profesor de biología marina y, desde 2018, director de la Universidad de Plymouth, Richard Thompson, junto a investigadores de Southampton, ambas universidades de Reino Unido.
Todo comenzó cuando Thompson, siendo estudiante, participaba en campañas de limpieza de playa promovidas por la UK Marine Conservation Society. Así, se dio cuenta de que, en general, se estaban pasando por alto grandes cantidades de pequeños fragmentos de plástico, centrándose mayormente en la recogida de los grandes. Poco después, siendo ya profesor, les pidió a sus alumnos que fueran a la playa y buscaran el objeto de plástico más pequeño que pudieran encontrar. El análisis de las muestras de arena reveló la presencia de diminutas piezas de plástico, algunas de los cuales eran más pequeñas que el diámetro de un cabello humano. Denominaron a esas piezas microplástico. Su investigación fue publicada en la revista Science con el título “Lost at Sea: Where Is All the Plastic?” (Perdido en el mar: ¿dónde está todo el plástico?).
Desde entonces él y su equipo siguen estudiando los efectos de los residuos plásticos en el medio marino y hasta qué punto los microplásticos transfieren sustancias contaminantes a los organismos. Además, participa activamente en la formulación y toma de decisiones en organizaciones como Naciones Unidas o como coautor del texto de la Directiva Marco de la Estrategia Marina de la Unión Europea sobre los desechos marinos. Recientemente, su nombre ha aparecido en los medios de comunicación debido a uno de sus últimos estudios en los que demuestra cómo bolsas de plástico biodegradable, que se comercializan como alternativa ecológica, se mantienen prácticamente intactas después de 3 años enterradas y permiten cargar más de 2 kilos de peso.
El problema de los microplásticos, en datos
Según informa el Parlamento Europeo en su web, existen 51.000 millones de partículas microplásticas en el mar. Esta cifra multiplica por 500 el número de estrellas de nuestra galaxia, según declaró la ONU en 2017. De ellas, se estima que los microplásticos primarios representan entre el 15% y el 31% del total de microplásticos en los océanos. El 35% de ellos proviene del lavado de ropa sintética, el 28% de la abrasión de los neumáticos en la conducción y el 2% son microplásticos agregados intencionadamente en productos de cuidado personal y limpieza.
Los microplásticos secundarios representan entre el 69% y el 81% del total que existe en los océanos. Se originan a partir de la degradación de grandes objetos de plástico en el mar, como bolsas de plástico, botellas o redes de pesca.
El interés de los microplásticos ha crecido tanto que “microplástico” fue elegida como la palabra del año 2018 por la Fundación Fundeu BBVA por ser uno de los principales términos presentes en la actualidad informativa del medioambiente y con interés desde el punto de vista lingüístico.
¿Dónde se encuentran los microplásticos?
Desafortunadamente, los microplásticos están en cualquier parte del planeta y en todo tipo de organismos. Cada día surgen nuevas investigaciones alertándonos de este hecho. Recientemente, la prensa se ha hecho eco de un artículo publicado en Nature Geoscience que explica cómo en una estación meteorológica muy remota, en Bernadouze -en el Pirineo francés a más de 1.425 metros de altura en una zona protegida de la Red Natura 2000, a casi 6 kilómetros de un pequeño pueblo de 500 habitantes (Vicdessos ) y a más de 25 km de una población mediana (Foix)- se han encontrado un promedio de 365 partículas microplásticas por metro cuadrado y día. Esta cantidad es similar a la encontrada en estudios previos de deposición atmosférica de microplásticos en ciudades como París o Dongguan en China.
También en el Océano Ártico un equipo de investigadores del Instituto Alfred Wegener (AWI) del Centro Helmholtz de Investigaciones Polares y Marinas (Alemania) encontró altas concentraciones de microplásticos. En concreto, ¡12.000 partículas microplásticas por litro de hielo marino! Al analizarlas, distinguieron 17 tipos diferentes de plástico, incluidos materiales de empaquetado como polietileno y polipropileno, pero también pinturas, nailon, poliéster y acetato de celulosa (utilizado principalmente para fabricar filtros de cigarrillos). Estos 6 materiales representan el 50 % de las partículas detectadas.
En un comunicado en la web del AWI, la bióloga Ika Peeken explica cómo, estudiando las muestras de hielo de 5 regiones del Océano Ártico, consiguieron rastrear posibles fuentes. Por una parte, encontraron partículas de polietileno (usado sobre todo para embalaje) en los icebergs. También, un alto porcentaje de partículas de pintura y nailon, que apuntan a la intensificación de las actividades de transporte y pesca en algunas partes del Océano Ártico. Este informe señala que "más de la mitad de las partículas de microplásticos atrapadas en el hielo tenían un grosor de menos de un veinteavo de milímetro, lo que significa que pueden ser fácilmente ingeridas por microorganismos árticos”. Este hecho es muy preocupante porque "nadie puede decir con certeza cómo son de dañinas estas diminutas partículas de plástico para la vida marina, o en última instancia también para los seres humanos".
Los microplásticos también han llegado a las partes más profundas de los océanos. Investigadores chinos sondearon la Fosa de Mariana en el Océano Pacífico occidental, el lugar más bajo de la faz del planeta, y encontraron altos niveles de microplásticos cuya proporción aumentaba a medida que descendían.
Los microplásticos no solo pueden encontrarse en océanos y lugares recónditos, sino que entran en contacto con los seres vivos por el aire que respiramos y los alimentos y las bebidas que ingerimos. El estudio “Naturaleza sin plástico: evaluación de la ingestión humana de plásticos presentes en la naturaleza” -elaborado por Dalberg Advisors (Wijnand de Wit y Nathan Bigaud)- sugiere que las personas estamos consumiendo alrededor de 2.000 pequeñas piezas de plástico cada semana. Aproximadamente ingerimos 21 gramos al mes, poco más de 250 gramos al año, lo que es equivalente al peso de una tarjeta de crédito a la semana.