La basura espacial ha aumentado exponencialmente durante los últimos 60 años debido al incremento de satélites y a las explosiones y colisiones de naves, según la NASA
Se trata de desechos que viajan a velocidades extremadamente altas y permanecen sobre la atmósfera de la Tierra durante años hasta que se descomponen, salen de órbita, estallan o chocan con otros objetos, creando así más fragmentos y poniendo en peligro algunos vuelos espaciales tripulados y misiones robóticas. Estamos hablando de la basura espacial.
Origen de la basura espacial
“La basura espacial hace referencia a los desechos creados por el hombre que se quedan en el espacio”, cuenta Mario Valle, experto en ingeniería aeroespacial que nos ha prestado sus superpoderes.
El origen de estos objetos es variado. En ocasiones, según señala Valle, provienen de satélites no operativos, ya sea porque han llegado al final de su vida útil o porque han fallado por algún problema técnico y no son controlables.
La basura espacial también puede producirse “en las etapas finales de lanzadores que no vuelven a entrar en la atmósfera y cuando los satélites son destruidos debido al uso de misiles pensados para ello (que han sido probados por países como Rusia, India, Estados Unidos y China) o por colisiones con otros satélites”, explica Valle.
Además, el experto señala que, a veces, se pierden herramientas durante actividades extravehiculares (realizadas por un astronauta fuera de una nave) en estaciones espaciales.
Miles de desechos espaciales amenazan con destruir satélites
En la órbita baja de la Tierra (que se encuentra a una altitud de entre 150 y 2.000 kilómetros de altura), hay al menos 26.000 fragmentos iguales o más grandes que una pelota de béisbol. Así lo indica un informe de la NASA, que subraya que los desechos con este tamaño podrían “destruir” un satélite en caso de impacto.
El 10 de febrero de 2009, una nave espacial rusa desaparecida chocó con una estadounidense y la destruyó. “La colisión agregó más de 2.300 piezas de escombros grandes rastreables y muchos más pequeños al inventario de basura espacial”, afirma la NASA.
También hay más de 500.000 piezas del tamaño de una canica en la órbita baja, que son “lo suficientemente grandes como para causar daños a naves espaciales o satélites”.
A ello se suman otros 100 millones de fragmentos con las dimensiones de un grano de sal. Aunque esta magnitud pueda parecer minúscula, si uno de ellos impactara contra un traje espacial, podría llegar a perforarlo.
Los accidentes espaciales generan una cascada de fragmentos
Los satélites activos hoy tienen que esquivar los objetos que se lanzaron hace décadas y que, desde entonces, se han roto en fragmentos, según la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés).
“Aunque frecuentemente se diga que el espacio es muy grande, hay determinados tipos de órbitas donde se sitúan un gran porcentaje de los satélites que se lanzan”, afirma Valle. En ellas, según subraya el experto, el problema es más crítico, ya que una colisión daría lugar a una gran cantidad de fragmentos que, a su vez, podrían chocar con otros objetos y generar aún más piezas peligrosas.
A este fenómeno en cadena se le llama síndrome de Kessler y podría provocar la completa inutilización de una determinada órbita, tal y como explica Valle: “Si esto sucediera, por ejemplo, en la órbita geoestacionaria (aquella en la que el satélite siempre está en la misma posición con respecto a la Tierra, que rota), tendría gravísimas implicaciones en la infraestructura de telecomunicaciones terrestre”.
Apenas unos pocos accidentes espaciales descontrolados podrían generar suficientes escombros para desencadenar una cascada desbocada de fragmentos, inutilizando el espacio cercano a la Tierra, según un editorial publicado en la revista científica Nature. “Si seguimos así, llegaremos a un punto sin retorno”, contaba a esta publicación Carolin Frueh, investigadora astrodinámica de la Universidad de Purdue en West Lafayette, en Indiana (EEUU).
La basura espacial pone en peligro algunas misiones espaciales
La basura espacial también puede afectar a la seguridad de algunas misiones en el espacio. Dado que tanto la basura como las naves viajan a velocidades extremadamente altas, la NASA asegura que “incluso el impacto de una pequeña pieza de desechos orbitales con una nave podría crear grandes problemas”.
Otro editorial publicado en Nature recoge que en 2021 los ingenieros de la NASA detectaron en uno de los brazos robóticos de la Estación Espacial Internacional un agujero de cinco milímetros de ancho creado por una colisión con basura espacial.
El aumento de desechos incrementa el peligro potencial para todos los vehículos espaciales. Además de la Estación Espacial Internacional, también pueden estar en riesgo otras naves con humanos a bordo, como la Crew Dragon de SpaceX.
El desafío de capturar y eliminar la basura espacial
“Si bien es cierto que la basura espacial es ya un problema, una de las mayores preocupaciones es la proyección de futuro”, afirma Valle. En los últimos años, “los costes de lanzamiento han disminuido muchísimo, y la miniaturización de los componentes electrónicos y ópticos ha permitido que sea posible fabricar satélites relativamente baratos”.
Esto ha hecho que el uso del espacio se haya abierto a múltiples naciones, empresas privadas e incluso universidades. De esta forma, “la cantidad de lanzamientos y puesta en órbita de satélites se ha incrementado notablemente y la tendencia es que siga así”.
Existen múltiples misiones para intentar capturar toda esta basura espacial. “A día de hoy son principalmente demostradores tecnológicos, más que programas a gran escala”, afirma Valle. La NASA considera preferible prevenir la generación de desechos que buscar tecnologías costosas para remediar el problema.
El motivo es que capturar y eliminar desechos espaciales no es sencillo. Una revisión publicada en Progress in Aerospace Sciences indica que uno de los mayores desafíos es hacerlo de forma fiable sin generar aún más desechos espaciales.
También hay algunas misiones cuyo objetivo es alargar la vida útil de satélites que ya están en órbita. Este tipo de programas, según Valle, consisten en acoplar otra nave que suministre combustible o que funcione como un sistema de propulsión.
“Menos bulos, más rigor científico” es un proyecto de DKV Salud con contenido editorial de Maldita.es.