La terapia culinaria propone usar los fogones para mejorar nuestra comunicación y aprender a gestionar mejor nuestros problemas
La terapia culinaria desarrollada por la psicóloga Patricia Boquete, defiende que «cocinar nos cuida y cocinando nos cuidamos». Aunque las prisas del día a día nos hagan olvidarlo con demasiada frecuencia, la base de nuestro bienestar es nuestra alimentación. Además de darnos el sustento y la energía para vivir, si nos ponemos a ello con la actitud adecuada, cocinar puede servirnos para evadirnos de nuestros problemas y desconectar del mundo durante un rato.
Seguir una receta, trocear, especiar, mezclar, remover… A través de los procesos más básicos de la cocina podemos relajarnos a la vez que nos activamos de forma cognitiva y sensorial. La terapia que lleva a cabo Boquete se centra en canalizar nuestras emociones y conectar con el presente mientras desarrollas tus habilidades sociales y te comunicas. Lo importante aquí no es el plato en sí, sino lo que sucede durante todo el proceso de creación. Así, la cocina se presenta como una herramienta beneficiosa para mantener nuestro bienestar.
Como no podría ser de otra manera, las sesiones se llevan a cabo en una cocina y consisten en la elaboración de una o varias recetas con la intención de generar un espacio seguro, distendido y cotidiano de comunicación y expresión. La terapia te adentra, a través de la comida, en un proceso de creatividad y de conexión con el yo interior. Toda la sesión se centra en los diálogos y en la conversación: el participante es el narrador, y él es quien decidirá qué compartir, qué decir y cuándo. La sesión culmina con la degustación de los platos preparados, momento en el que se destaca la parte positiva del encuentro.
Beneficios de la terapia culinaria
Con esta peculiar cocina terapéutica, Boquete intenta desarrollar con los participantes sus dotes de expresión y comunicación, su autoestima y autoconciencia, su capacidad de relajación, atención y de organización y consecución de objetivos. Además, también se trabajan la memoria y el aprendizaje, la resolución satisfactoria de conflictos, la gestión de tiempo y la toma de decisiones, todo ello enmarcado en el fomento de la creatividad y la expresión emocional.
Esta terapia psicológica basada en la gastronomía puede realizarse a cualquier edad y también pueden combinarse sesiones individuales y grupales. Desde pequeños desarrollamos una relación especial con la comida que puede marcar nuestro futuro, razón por la que existen terapias adaptadas a niños desde los 6 años, con el objetivo de activar los estados pasivos y fomentar el movimiento, la coordinación y el desarrollo cognitivo de los jóvenes. Además, la terapia culinaria trabaja la comunicación de niños y adolescentes para que conozcan su propia identidad a través de los platos que, creativamente, elaboran.
Pero, más allá de educar a los más pequeños en gastronomía y gestión de emociones, la terapia culinaria pretende incidir en los grupos de población que más lo necesitan independientemente de su edad. Para ello se desarrollan distintas sesiones especiales dedicadas a la tercera edad, que beben de la idea de que la cocina se transmite de generación en generación, además de otras destinadas a colectivos en riesgo de exclusión social o un programa específico para la discapacidad visual.
Según Boquete, «cocinar nos puede permitir compartir nuestras inquietudes, paliar nuestras afecciones y potenciar nuestras virtudes», pero también nos ayuda a compartir nuestras tristezas y alegrías con otras personas, incluso a superar procesos de dolor y duelo. La tradición culinaria entendida como terapia es una herramienta para sobrellevar momentos difíciles, para encontrar un lugar seguro en el que compartir experiencias o, sencillamente, una forma de librarnos del estrés que cada día nos quita tiempo para cocinar... O para comer.