Las personas mayores se sienten apartadas en muchos aspectos de la vida
El edadismo o discriminación por razón de edad se da en todas las áreas imaginables, aunque cada vez seamos personas activas durante más años. Se trata de prejuicios contra los mayores, algo que debemos desmontar, especialmente en los países occidentales, en las sociedades que, aunque ricas en lo material, carecen de la empatía necesaria para ponerse en la piel de los que, a causa de la avanzada edad, ya no tienen las mismas facultades físicas o mentales que los jóvenes.
Qué es el edadismo
El término fue creado por Robert Butler en la década de los sesenta del siglo pasado y se refiere a los estereotipos y prejuicios que se tienen ante personas de edad avanzada. Es un tipo de discriminación no tan conocida como el racismo o el sexismo, pero sus consecuencias pueden ser muy graves. Por este motivo, debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para combatirlo.
Algunos de los efectos que el edadismo puede provocar en las personas mayores y en la sociedad son los siguientes:
-
Estrés. Los mayores que sufren discriminación vivir 7,5 años menos que los que no la sufren.
-
Riesgo de autoexclusión de la sociedad: no salir del hogar, no relacionarse con nadie…
-
Perpetúa una percepción errónea de lo que significa hacerse mayor y fomenta la invisibilización de este colectivo.
-
Aumenta la brecha digital entre las personas mayores.
Como cualquier forma de sesgo, la discriminación por edad lleva a hacer suposiciones falsas sobre las personas adultas mayores y sobre el envejecimiento como proceso que lo desencadena. La discriminación por razón de edad afecta en todas las áreas imaginables en cualquier país, pero, por fortuna, con información y coraje es evitable en buena medida. Empecemos a rebatir algunos de los insidiosos argumentos del edadismo.
Falsos mitos sobre las personas mayores
Es esencial desmontar algunas tesis sobre el edadismo, como las siguientes:
-
La vida es un continuo: ya no hay tránsitos claramente diferenciados asociados a la edad.
-
La edad dice poco de una persona. Es una variable más como puede ser la dieta alimenticia, el origen étnico o la condición sexual.
-
El envejecimiento no es ninguna enfermedad, por lo tanto, no tiene cura.
-
Las personas no tenemos fecha de caducidad ni siquiera un manual de instrucciones que simplifique nuestra identidad o relaciones.
-
La búsqueda de la eterna juventud está condenada al fracaso, a no ser que disfrutes sometiéndote una tiranía llamada “anti-aging”.
-
Las personas mayores no viven en el pasado, viven en el presente y, además, tienen futuro.
-
Las canas no surgen de los disgustos ni las arrugas de las amarguras.
-
Las personas mayores son tan productivas o más como el resto.
-
El deseo sexual no desaparece con la edad.
-
No existe un canon de belleza válido: los cuerpos y las almas viejas también son atractivas.
Edadismo: una discriminación omnipresente
El edadismo se produce en diferentes ámbitos:
-
Trabajo. En muchos casos, las personas de más edad, debido a toda una vida trabajando en una misma empresa y por su experiencia, cobran más. Por ello, algunas empresas recurren a prejubilaciones para ahorrarse costes en el largo plazo a costa de prescindir de trabajadores muy valiosos.
-
Salud. La discriminación puede provocar depresiones. Es importante mantener una actitud positiva ante la vida.
-
Economía. No pueden acceder a ventajas o ayudas debido a la edad.
-
Amor. Los mayores también son personas con interés en la sexualidad.
-
Tecnología. Las personas que no se actualizan, especialmente en el uso de las nuevas tecnologías e internet, son discriminadas, en muchos casos, por bancos e instituciones.
Edadismo no intencionado
Se pueden diferenciar dos tipos de discriminación ante personas de edad avanzada: el intencionado y el no intencionado. Y, muchas veces, es este último el que puede tener peores consecuencias para las personas que los padecen.
El edadismo no intencionado se produce cuando la discriminiación es involuntaria o, simplemente, porque no se piensa en la situación de los mayores. Un claro ejemplo de este tipo de edadismo se produce en el mobiliario urbano y en el diseño de los edificios, que, en muchas ocasiones, no ofrecen elementos de ayuda como rampas, ascensores y barandillas o son espacios llenos de obstáculos que dificultan el acceso a las personas con movilidad reducida, no solo a mayores, sino también a personas que sufren una discapacidad física.
Si hace un siglo la esperanza de vida al nacer se situaba en los 33,8 años para la población masculina y en los 35,7 para la femenina, hoy los hombres alcanzan los 80,5 años y las mujeres los 85,9 años, según los datos provisionales del Movimiento Natural de la Población publicado por el Instituto Nacional de Estadística. Algo que debería ser motivo de celebración. Sin embargo, en una sociedad cada vez más individualista, parece que cumplir años es más un problema que un motivo de celebración.