Residuos de plaguicidas en alimentos

Creado el
Actualizado el

Ecologistas en Acción publica el informe ‘Directo a tus hormonas’ con el objetivo de visibilizar la exposición de la población española a plaguicidas a través de los alimentos

plaguicidas en alimentos
Índice

Todos los años la EFSA (la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) y AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición) publican un resumen de los resultados del programa de vigilancia de residuos de plaguicidas en alimentos. Año tras año, las autoridades muestran la misma complacencia ante los resultados obtenidos. E igualmente todos los años, la conclusión es idéntica, la seguridad alimentaria europea es la mejor del mundo y la española incluso más sobresaliente, puesto que los resultados españoles son año tras a año mejores que los de la media de la Unión Europea.

Los datos publicados este año, que corresponden al análisis de los alimentos recogidos durante el año 2018, parecen avalar esta conclusión, dado que el 95,5 % de los alimentos europeos analizados y el 97,9 % de los españoles contenían restos de plaguicidas por debajo del límite máximo que permite el Reglamento 396/2005. No obstante, cabe preguntarse si los resultados realmente demuestran las tesis sustentadas por las autoridades competentes sobre la seguridad alimentaria europea.

Residuos de plaguicidas en alimentos en cifras

Una simple mirada a las cifras, en sentido contrario al que presentan la EFSA y AESAN, permite cuestionarse que quizá no hay tantas razones para la autosatisfacción, puesto que al 95,5 % de cumplimiento legal de la Unión Europea le corresponde el 4,5 % de incumplimiento y 2,1 % de plaguicidas por encima de los límites máximos de residuos es la contrapartida al 97,9 % de éxito de la seguridad alimentaria española.

Y si estos elevados porcentajes de cumplimiento son considerados como un triunfo, sus equivalentes de violación de los límites legales corresponden a un rotundo fracaso. De hecho, únicamente puede calificarse como tal, un sistema de seguridad alimentaria, que como el español, no considera un problema en que el 2,1 % de los alimentos analizados contengan de plaguicidas por encima de los límites máximos de residuos.

Los datos suministrados introducen el concepto del azar, a modo de ruleta del tóxico, en la compra del consumidor que de manera inconsciente debe escoger en la compra diaria entre alimentos que cumplen con la legislación y alimentos que no lo hacen. Este estilo involuntario de consumo únicamente es posible desde la ignorancia, puesto que es poco probable que la ciudadanía convertida en consumidor optase a sabiendas por alimentar, siguiendo el ejemplo del reglamento europea a niños y los no nacidos, con alimentos de los que sabe que un 2,1 %, en el caso español, no les protegen.

Obviamente, el esfuerzo de análisis realizado por AESAN, con 467.443 analíticas, contiene muchos otros datos, que el informe “Directo a tus hormonas. Guía de alimentos disruptores publicado el pasado mes de julio por Ecologistas en Acción” trata de destacar, puesto que su objetivo es ofrecer a la población información transparente y de calidad sobre los productos alimenticios que están consumiendo, alternativas para un consumo más seguro y exigir a todas las administraciones públicas que tomen medidas más ambiciosas para proteger la salud de las personas. 

Las más de 400.000 analíticas puede parecer una cifra descomunal. No obstante, el número de muestras de alimentos fue de 2.711. Una cifra que sitúa a España en las últimas posiciones del ranking europeo, concretamente en el antepenúltimo lugar, con 5,6 muestras por cada 100.000 habitantes, mientras la media europea asciende a 17,6. El número total de plaguicidas analizados en 2018 fue 700. Los análisis incluyen sustancias cuyo uso está autorizado y también un elevado número de plaguicidas no autorizados (como DDT, lindano o endosulfán). No obstante, no todas estas sustancias fueron analizadas en todas las muestras.

Los números abruman y aún así reflejan una realidad parcial, por el reducido tamaño muestral, porque no se analizan todos los plaguicidas que se utilizan en la agricultura española y porque al final se trata de datos y la complacencia de las administraciones no incluye acciones de mejora. La alimentación debería ser una fuente de salud y felicidad, pero al contrario los resultados son un poco peores año tras año, el incumplimiento fue del 1,8 % en 2017 y del 2,1 % en 2018.

Un análisis de las analíticas muestra que la población española está expuesta a un elevado número de plaguicidas a través de la alimentación. En el 34% de las muestras (927 sobre un total de 2.711 muestras) de alimentos se han encontrado residuos de plaguicidas. Este porcentaje aumenta hasta el 41,69 % en el caso de las frutas y verduras.

Residuos de plaguicidas en alimentos: los 10 con mayor número de plaguicidas

Lo anterior, no quiere decir que se hayan encontrado 41 plaguicidas diferentes en una uva de mesa, sino que en el total de uvas analizadas se han descubierto esta cifra de sustancias tóxicas. Sin embargo, los datos muestran que un 19% de las muestras de alimentos analizadas presentaban múltiples residuos de plaguicidas, de los que se desconoce la toxicidad final del conjunto, puesto que la toxicología de la Unión Europea evalúa el riesgo de cada plaguicida de forma individual y no considera el efecto tóxico de la mezcla de plaguicidas que pueden encontrarse en una determinada pieza de fruta. O, lo que es lo mismo, la toxicología oficial opta por la ficción de que los alimentos únicamente pueden ser contaminados por un único plaguicida, obviando la realidad de la multiplicidad de plaguicidas que son usados en un mismo cultivo, a lo que sumar la contaminación indirecta por otros plaguicidas que son diseminados en el medio ambiente por el viento y el agua.

Hasta 11 fueron los plaguicidas detectados en una pera de origen español y en una uva de mesa de origen marroquí, esta cifra sorprende, pero no es la única que preocupa, hay otras que el informe de Ecologistas en Acción recoge y también alarman, como que el 39% de los plaguicidas encontrados en los alimentos españoles comercializados en 2018, corresponden a plaguicidas no autorizados en la actualidad.

Aún se detectan restos de plaguicidas en alimentos que deberían no utilizarse

Entre estos, alguno tan conocido como el insecticida DDT, aunque décadas atrás prohibido sigue apareciendo en algún alimento de origen animal y si bien, lo hace en cantidades inferiores al límite máximo de residuo, sorprende que tenga asignado un valor límite y que la seguridad alimentaria europea permita la comercialización de alimentos contaminados con éste y otros plaguicidas no autorizados por su elevada peligrosidad para el medio ambiente y la salud humana.

Además, hay que tener en cuenta el hecho de que un plaguicida no esté autorizada en la Unión Europea no impide que se fabrique para exportación. De esta forma, exportamos productos químicos (prohibidos dentro de nuestras fronteras) que son utilizados en cultivos de terceros países como Marruecos, Chile o México. Paradójicamente, estos países luego exportan sus alimentos cultivados con pesticidas no autorizados y los consumimos en la Unión Europea.

El panorama descrito cuanto menos es desalentador y alejado de la autocomplacencia de las autoridades europeas y españolas y, no obstante, reflejan solo una parte de la exposición a plaguicidas a través de los alimentos. Por ejemplo, el programa de control de residuos en alimentos no analiza todos los plaguicidas que se utilizan (como el azufre, el metam sodio, el 1,3 dicloropropeno, el oxicloruro de cobre, el tiram o el diquat). Tampoco se analizan alguno de los plaguicidas que, si bien no están autorizados, el Ministerio de Agricultura permite su comercialización y uso mediante autorizaciones excepcionales temporales (por ejemplo, la cloropicrina).

A esta situación se añade el hecho de que puede haber residuos de plaguicidas por debajo del límite de detección utilizado durante los análisis y que, por tanto, hayan pasado desapercibidos en el programa de control.

En definitiva, más allá de las recomendaciones de optar por la compra de alimentos ecológicos certificados libres de plaguicidas, debemos tomar un papel activo y demandar a las autoridades españolas y europeas que fomenten la agricultura ecológica, económicamente accesible para todos y todas y se impida la comercialización, al menos de los plaguicidas más peligrosos.

Una forma sencilla de hacerlo, es vuestro apoyo a la iniciativa ciudadana europea “Salvemos a las abejas y a los agricultores” que solicita a Comisión Europea el fin del uso de los plaguicidas, puesto que una agricultura europea respetuosa con la biodiversidad, en beneficio de la salud y el medio ambiente es posible.

¿Qué son los contaminantes hormonales?

Desde principios del siglo XX se conoce la capacidad que tienen algunas sustancias químicas para interferir en el sistema hormonal o endocrino de numerosas especies animales, incluidos los seres humanos, y provocar efectos adversos sobre su salud.

Los disruptores endocrinos interfieren la acción natural de las hormonas, alteran el equilibrio y pueden alterar la fisiología a lo largo de la vida de un individuo desde el desarrollo fetal hasta la edad adulta.

Si la alteración se produce durante la formación de órganos, por ejemplo durante el desarrollo fetal, puede dar lugar a malformaciones, patologías o enfermedades irreversibles. Algunos EDC pueden producir cambios epigenéticos, es decir, modificaciones en la expresión de los genes que se pueden transmitir a los descendientes dando lugar a efectos adversos en hijas, hijos, nietas y nietos de los individuos expuestos.

Efectos conocidos de los plaguicidas sobre la salud

Los contaminantes hormonales están relacionados con importantes enfermedades:

  • Daños en el aparato reproductor fecundante: disminución de la calidad del semen e infertilidad, malformaciones congénitas del tracto urogenital como criptoquidia (no descenso testicular) e hipospadia (posición anormal de la apertura de la uretra).

  • Daños en el aparato reproductor gestante: pubertad precoz, reducción de la fecundidad, síndrome de ovarios poliquísticos, reducción de la fertilidad, resultados adversos del embarazo, endometriosis y fibroides uterinos (tumores no cancerosos).

  • Tumores en órganos hormono-dependientes: cáncer de mama, cáncer de ovarios, cáncer de próstata, cáncer de testículo, cáncer de tiroides.

  • Alteraciones en el desarrollo del sistema neurológico: déficit cognitivo o de conducta (hiperactividad, dificultad de concentración, pérdida de memoria, pérdida auditiva, falta de coordinación motora, dificultades en el aprendizaje, etcétera).

  • Enfermedades metabólicas: síndrome metabólico, diabetes y obesidad.

  • Trastornos del sistema neuroinmunológico: encefalopatía miálgica/ síndrome de fatiga crónica/ síndrome de fatiga postviral (EM/SFC/SFPV), fibromialgia y esclerosis múltiple.

  • Enfermedades cardiovasculares: los disruptores endocrinos que actúan como obesógenos o diabetógenos incrementan el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Además, nuevos estudios sugieren una relación directa entre algunos disruptores endocrinos y enfermedades cardiovasculares.

Características de los disruptores endocrinos

  • Pueden actuar a dosis muy bajas.

  • Embarazo, infancia y adolescencia son etapas de especial vulnerabilidad ante la exposición a estas sustancias.

  • La dosis de exposición no determina el efecto. Por ejemplo, los mayores efectos adversos de la exposición a HCB se observan a dosis bajas, y en el caso del BPA (Bisfenol A) a dosis intermedias.

  • Efecto cóctel. Pueden actuar conjuntamente de forma aditiva o sinérgica, de manera que los efectos de la exposición a una mezcla de EDC pueden potenciarse.

  • Sus efectos negativos pueden manifestarse muchos años después de que ocurra la exposición. Además, los efectos de la exposición prenatal se manifiestan principalmente en la edad adulta.

 

Por Koldo Hernández, responsable de la Campaña de Tóxicos de Ecologistas en Acción. Máster Derecho Ambiental, doctorado en Derecho.

Test2

test2