Contaminación acústica: causas y consecuencias

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Es molesta y puede provocar sordera, pero, además, la contaminación acústica causa insomnio, estrés y problemas cardiovasculares. Cada año en Europa se pierden por su culpa 1,6 millones de años de vida saludable

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La contaminación acústica no se ve, pero nos enferma. Si se suma el tráfico de una ciudad, el ruido de las actividades de ocio, el de aviones y trenes, el de las actividades domésticas, el de obras en las calles y los de la industria y la construcción, nos encontramos con un entorno repleto de ruido que puede afectar a nuestra salud.

Nuevos datos sobre las consecuencias de la contaminación acústica en nuestra salud

Según un reciente informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente sobre contaminación acústica, al menos uno de cada cinco europeos estamos expuestos a niveles de ruido que se consideran nocivos para la salud. Además, según sus previsiones, la cifra aumentará en los próximos años.

Teniendo en cuenta la información publicada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) se estima que la exposición al ruido ocasiona 12.000 muertes prematuras y contribuye a 48.000 casos nuevos de cardiopatía isquémica anuales en Europa. También se calcula que 22 millones de personas sufren grandes molestias crónicas y que 6,5 millones de personas sufren alteraciones del sueño graves y crónicas en Europa. Según pruebas aportadas por la OMS, estos efectos sobre la salud comienzan a ocurrir por debajo de los umbrales de notificación establecidos en la Directiva sobre ruido ambiental de la UE y es probable que sean subestimados”.

Consecuencias para la salud de la contaminación acústica

Causas y consecuencias de la contaminación acústica

Como vemos, son muchos los efectos del ruido en nuestra salud y cada día hay más y mejores estudios sobre su impacto. Por ejemplo, una reciente investigación -liderada por Julio Díaz y Cristina Linares del departamento de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad, del Instituto de Salud Carlos III (ENS-ISCIII)- relaciona la contaminación acústica, en concreto el ruido del tráfico de Madrid, con el incremento de ingresos hospitalarios por ansiedad y depresión e incluso con casos de suicidios producidos en esta capital.

Además, el informe «El ruido en Europa – 2020» también señala que la contaminación acústica puede reducir la capacidad reproductiva e incrementar la mortalidad y la huida de los animales hacia zonas más silenciosas resultando ser, el ruido, una amenaza creciente para la fauna terrestre y marina.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se pierden en Europa 1,6 millones de años de vida “saludable” a causa del ruido ambiental. De toda esta problemática también habla el Observatorio sobre la Salud y el Medioambiente (publicado por DKV y Gaes) sobre ruido y salud. El trabajo lo ha dirigido Jesús de la Osa, médico y experto medioambiental. 

La millonaria cifra incluye tanto el tiempo de vida perdida como el vivido con una discapacidad, disfunción o enfermedad a causa del ruido del entorno. Más coloquialmente, se cuantifica también la calidad de vida que se merma por intranquilidad, agitación, desasosiego, disgusto o perturbación… Se trata, al fin y al cabo, de unas molestias que pasan factura a nuestra salud, entendiéndose ésta como la define la Organización Mundial de la Salud: “un estado de completo bienestar físico, mental y social, no la mera ausencia de enfermedad”.

La contaminación acústica no es solo un problema de oídos

La sordera (traumatismo acústico crónico) es el daño más común y cada vez más frecuente entre todas las edades, en cambio, hace años era un problema casi exclusivo de gente mayor o de personas altamente expuestas a ruidos. Hoy, además, el uso continuado de reproductores portátiles con auriculares, la asistencia a conciertos a gran volumen y el alto volumen de la música en bares y discotecas representan un riesgo añadido para la población joven. Esta lesión se produce por la exposición al ruido repetida y prolongada, y supone el deterioro del sistema auditivo. Su consecuencia directa es la pérdida del sentido del oído, pero el problema es mayor, ya que puede derivar en otras complicaciones añadidas. 

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El ocio nocturno también puede representar un riesgo para la salud auditiva

Perder audición implica muchas veces el deterioro de la capacidad oral y la conversación normal. Además, dificulta las relaciones sociales y causa una disminución del rendimiento académico y laboral, limitación de oportunidades de trabajo, aislamiento y depresión, entre otros problemas. El síntoma principal del trauma acústico crónico es una sensación de ensordecimiento, sordera, y suele ser bilateral. Con esta lesión es frecuente la aparición de acúfenos temporales o permanentes. Estos consisten en la percepción de un sonido que no existe en el entorno, la mayoría de las veces bajo forma de pitido o zumbido. Según la gravedad de la lesión y el grado de afectación, pueden aparecer además hemorragias en el oído, dolor y alternaciones en el equilibrio. 

En un 95% de los casos, son subjetivos y solo los escucha el afectado; su origen son las lesiones del oído interno por exposición aguda o crónica al ruido intenso. Una tercera parte de ellos puede acabar interfiriendo en la actividad cotidiana de la persona por su grado de molestia, porque pueden acabar volviendo loco a quien los oye. El acúfeno puede estar cargado de un gran componente emocional negativo que hace que se desorbite su percepción.

Más allá de los efectos auditivos, el ruido perjudica otros aspectos de la salud. La Comisión Europea establece que la exposición al ruido altera el sueño, afecta al desarrollo cognitivo infantil y puede causar enfermedades psicosomáticas, entre otras. Se haría cierta así la frase del poeta Juan Ramón Jiménez de “con ruido no veo” porque, de alguna u otra forma, ensordece, aturde y entorpece otros sentidos.

Estrés, fatiga e incomunicación

No obstante, el principal efecto no auditivo del ruido ambiental es la molestia, un aspecto muy personal, que a su vez puede alterarnos físicamente. La falta de descanso nocturno, la sensación de amenaza debida al cansancio y la poca capacidad de control sobre él hacen que el ruido sea molesto, nos irrite, provoque ansiedad y otros trastornos psicológicos que, en los casos más serios, pueden alterar el humor y generar estados depresivos.

El problema es que es un contaminante con un carácter muy subjetivo en el que la susceptibilidad y sensibilidad individual al ruido es muy variable. El Observatorio explica que el ruido es un factor estresante de carácter físico, externo, común y no específico que de por sí no debe ser negativo, siempre que sea en casos puntuales y sirva de alarma, como en el mundo animal, un aviso del organismo de “huye o lucha”. Los problemas psicológicos vienen cuando se hacen crónicos. Bajo esta visión psicológica, el ruido como factor de estrés ambiental puede intervenir en trastornos de sueño, del aprendizaje, la memoria, la motivación, la resolución de problemas y en el incremento de irritabilidad y las agresiones

¿Cómo contribuir a reducir la contaminación acústica en nuestro entorno?

  1. Prestar atención a los ruidos que hacemos y respetar el derecho de los vecinos al silencio y a la tranquilidad. 

  2. Utilizar el equipo de música, radio, TV, a un volumen adecuado y en horarios que no resulten molestos para los vecinos. 

  3. Limitar el volumen de nuestro reproductor personal de música y el tiempo diario de uso para protegernos de la pérdida de audición. 

  4. Evitar los lugares de ocio ruidosos: conciertos amplificados a gran volumen, acontecimientos deportivos, o culturales multitudinarios generadores de ruido, etc.

  5. Proteger adecuadamente nuestra audición si tenemos que ir necesariamente a algún lugar público con alto nivel sonoro. 

  6. Solicitar que bajen el volumen de la música cuando la consideremos elevada en lugares públicos: bares, restaurantes, cines, gimnasios, transportes... 

  7. Desplazarnos siempre que podamos a pie, en bicicleta o en transporte público colectivo: generan menos ruido global.

  8. No utilizar el claxon de su coche salvo en caso de inminente peligro.

  9. Practicar la conducción eficiente e inteligente y mantener adecuadamente el coche.

  10. Conocer la normativa sobre el ruido en nuestra ciudad y comunidad. enterarnos de nuestros derechos en relación al ruido y ejercerlos en distintas instancias.

  11. No elevar la voz al comunicarnos.

  12. Si tenemos perro, enseñarle a no ladrar en la vivienda.

  13. No perturbar el descanso de otros vecinos cuando salgamos a divertirnos, comportándonos de manera cívica y evitando producir ruidos innecesarios. Si vamos a hacer una fiesta, comunicarlo a los vecinos (o invitarles).

¿Cómo evitar o reducir la contaminación acústica en nuestros hogares y vecindarios?

Infografía contaminación acústica

Políticas ambientales y contaminación acústica

Somos ruido, hacemos ruido y vivimos entre él, pero podemos evitarlo o, al menos, reducirlo. Existe la leyenda urbana de que España es uno de los países más ruidosos del mundo, pero no hay evidencia de ello y medirlo es complejo, dado que los indicadores y formas de vida son muy distintos de un sitio a otro.

Como venimos diciendo, el ruido y sus molestias tienen una parte subjetiva y están ligados a la cultura y formas de vida de cada pueblo. No podemos comparar nuestros niveles de ruido, con 40 millones largos de habitantes, con el que produce un país como Suecia, de una población mucho menor y con una vida fuertemente marcada por su clima. Aquí, la noche es mucho más larga, hay vida en la calle, y allí, en invierno, a las 3 de la tarde no hay luz ni apenas actividad. 

La lucha contra la contaminación acústica es compleja: está dentro y fuera de las casas y afecta a diferentes ámbitos, negocios y legisladores. También a la escuela, porque se debe enseñar a respetar el tiempo de descanso de los otros, a conducir evitando pitar el claxon y dando acelerones y a consumir música y disfrutar del ocio de una forma saludable.

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Nuevas formas de transporte sostenible para combatir la contaminación acústica y atmosférica en Berlín

La ordenación territorial y la planificación urbana deben apostar por una movilidad más sostenible que reduzca el tráfico de vehículos y el intenso ruido originado por ellos. Las zonas de tráfico calmado o pacificado, junto con las zonas peatonales, son también importantes para reducir la contaminación acústica. Las soluciones técnicas y tecnológicas pueden ayudar mediante motores más silenciosos, pavimentos absorbentes, insonorizaciones y aislamiento acústico, como ventanas, fachadas y barreras acústicas.

La Ley del Ruido es el instrumento normativo de ámbito nacional para prevenir, vigilar y reducir la contaminación acústica y evitar daños a la salud humana, a los bienes y al medioambiente. Las molestias de los ruidos domésticos son competencia de municipios y autonomías. Y, por encima de todos ellos, está la normativa europea, la Directiva 49/2002. Según esta última, por ejemplo, se establecen unos mapas del ruido que todas las ciudades deben cumplir.

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