¿Te has parado a pensar cuáles son los motivos, los tipos de contaminantes y los procesos que más contaminan nuestras ciudades? ¡Te lo contamos!
La comida rápida o fast food (también conocida como comida basura) puede resultar tan adictiva como el tabaco o las drogas. En concreto, un grupo de científicos del Instituto de Investigación Scripps (en Estados Unidos) demostraron que el consumo excesivo de alimentos altos en calorías puede desencadenar respuestas similares a las de las adicciones.
Resulta fácil caer en la tentación. Los establecimientos que sirven este tipo de comida se han adueñado de nuestras calles. Nos intentan seducir con sus suculentos platos que pueden comprarse a precios muy bajos, donde sea y a la hora que sea. Pero nada de esto es una buena noticia, ni para nuestra salud ni para la salud del planeta.
La proliferación de la comida rápida ha llegado a tal punto que es ya una de las principales responsables de la destrucción del medio ambiente de nuestras ciudades. Un problema de grandes dimensiones y de alcance global.
Los inicios del fast food
Su origen tal y como lo conocemos hoy en día se remonta a inicios del siglo XX, con los primeros locales que ofrecían comida detrás de una ventanilla de vidrio y una ranura para pagar con monedas. “Menos trabajo para mamá”, era el lema. La fórmula: comida de preparación rápida, hecha al momento, y que, además, también se consume rápido, sin importar siquiera su calidad nutricional.
Los primeros reyes del fast food fueron los hermanos Richard (Dick) y Maurice (Mac) McDonald. En 1948 introdujeron el Fordismo –la producción en cadena– en su restaurante drive-in de San Bernardino (Estados Unidos). Contaban con tan solo unos pocos productos (hamburguesas, patatas y bebidas), pero el servicio era muy rápido. Fue el primer establecimiento de una multinacional que conquistó, gracias a su rapidez, las principales urbes de todo el mundo.
¿Por qué la comida rápida es perjudicial para el medio ambiente?
La industria de la comida rápida tiene un enorme impacto sobre el medio ambiente, tanto por su vinculación con la ganadería industrial como por la gran cantidad de envoltorios de plástico y cartón de un solo uso que genera.
Deforestación e incendios provocados
La gran mayoría de los alimentos que se usan para la industria del fast food son de origen animal: carne, lácteos y huevos. Su producción fomenta lo que se conoce como ganadería industrial. El desarrollo de esta actividad está detrás de la destrucción de miles de hectáreas de bosque y selva y de los grandes incendios forestales provocados, como los de la Amazonía brasileña. ¿El motivo? El ganado necesita grandes extensiones de pasto y tierras en las que cultivar cereales para su alimentación. El humo de estos incendios y la tala de árboles contribuyen, además, a agravar el problema del calentamiento planetario.
Pérdida de biodiversidad y proliferación de enfermedades de origen zoonótico
La invasión de espacios naturales para usos agrarios y ganaderos, el cultivo de una misma planta o árbol en grandes hectáreas de superficie (monocultivo) y el uso de productos químicos para el cultivo de la tierra están acabando con la biodiversidad de nuestro planeta. Un millón de especies, de un total de ocho millones, están en peligro de extinción e incluso se habla del sexto proceso de extinción masiva en la historia del planeta. Por otro lado, la crisis sanitaria del coronavirus SARS-CoV-2 no es más que la consecuencia de la intromisión del ser humano en la naturaleza. Se estima que más del 70% de las enfermedades humanas han sido transmitidas por especies salvajes en los últimos cuarenta años.
Contaminación de aguas e inundaciones
Los productos químicos usados en el cultivo de la tierra pueden contaminar el agua de los ríos y/o subterránea. Además, muchas veces, la utilización de esta agua para la irrigación de los cultivos entra en conflicto con las necesidades hídricas de las comunidades locales. Por otro lado, las zonas deforestadas son proclives a inundaciones y a épocas de grandes sequías.
Más emisiones de gases de efecto invernadero
Como toda actividad económica, la agricultura y la ganadería no están exentas de emisiones de gases de efecto invernadero. Es más, estas emisiones son muy superiores si se apuesta por la ganadería industrial y por la producción de alimentos en países lejanos, como hace el fast food. El conjunto del sistema alimentario mundial es responsable de más de una tercera parte de las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano, según un informe de Nature Food 2021.
Montañas de envoltorios de un solo uso
El fast food está pensado para que todo sea rápido, también la vida de los envases, cubiertos, vasos, servilletas… Al ser comida para llevar, lo que acompaña a los alimentos son productos de un solo uso, por lo que se acaba generando una gran cantidad de residuos en una única comida. Además, se ha demostrado que algunos envoltorios de comida rápida y recipientes de pedidos para llevar pueden contener químicos tóxicos perjudiciales para nuestra salud.
Por supuesto, en lo que respecta al fast food y a la contaminación ambiental, hay excepciones a la regla. Existen cadenas de comida rápida socialmente responsables, implicadas con el medio ambiente. En una época en que la industria vira el timón hacia la lucha contra el cambio climático, el reto es que dejen de ser, precisamente eso: una excepción.
El slow food, la alternativa más respetuosa con el medio ambiente
El slow food es un movimiento que nace en contraposición al fast food y que, como tal, proclama el disfrute de una comida saludable, de calidad, de temporada y ofrecida por productores de proximidad. Desde el punto de vista ambiental, se trata de una alimentación más respetuosa con el planeta. Prioriza, además, los ingredientes procedentes de la agricultura y ganadería ecológicas.
Su origen se remonta al año 1986, cuando el sociólogo y gastrónomo Carlo Petrini impulsó una campaña contra la apertura de un McDonald’s junto a la escalinata de la mítica Plaza de España de Roma. Como parte de esta protesta contra la comida rápida e industrial, un grupo de periodistas de diarios locales organizaron un banquete en el que se pretendía exaltar el disfrute de una comida fresca, casera y tranquila.
Priorizar el slow food en lugar del fast food es una pequeña decisión, pero de un gran impacto para el medio ambiente y la contaminación de las ciudades. Así que, visto lo visto, es mejor tomarse las cosas con calma, al menos en lo que a la comida se refiere. Nuestra salud y la del planeta lo agradecerán.