Reciclar los residuos es fundamental para disminuir el impacto ambiental de nuestro consumo, pero reciclar mal supone un sobrecoste de dinero y energía.
Reciclar mal y depositar residuos en el contenedor equivocado puede contaminar el flujo de reciclaje y causar daños costosos en la maquinaria, según subrayan desde la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés).
“Además, después de llegar a los centros de reciclaje, [estos productos] deben clasificarse y luego enviarse a los vertederos, lo que aumenta los costes de las instalaciones”, señala el organismo.
Las consecuencias reciclar mal
Miguel Ángel Muñecas Vidal, químico especialista en sostenibilidad, cuenta que los productos que se tiran en un contenedor de reciclaje inadecuado son denominados residuos impropios y su tratamiento “cuesta un dinero y una energía extra”.
Antes de reciclar un material (por ejemplo, el plástico), habría que eliminar cualquier residuo impropio (tapones de corcho, metales, papel, vidrios, hierros, maderas, etc.). Así lo indica el experto: “Si echamos papel en el contenedor de plásticos, el reciclador deberá poner algún tipo de filtro en la cadena de reciclado para separarlo”.
Por lo tanto, “cuantos más residuos impropios aparezcan, peor, ya que se necesitarán más filtrajes previos, se invertirá más tiempo en separarlos y se consumirá más energía”. “Si somos capaces de echar al contenedor sólo los productos para los que se ha diseñado, mucho mejor para nosotros y para el medioambiente”, afirma.
De las mangueras al papel sucio: los errores más comunes al reciclar mal
Hay algunos productos que nunca deben tirarse a un contenedor de reciclaje. Es el caso, según la EPA, de las mangueras de jardín, las agujas de costura, el papel sucio con comida, los tanques de propano y las latas de aerosol que no estén vacías.
Muñecas explica que hay que evitar tirar al contenedor amarillo (destinado al plástico) tanto las mangueras de riego de jardín como las llantas de bicicleta porque son polímeros complejos con aditivos especiales y su proceso de reciclado es muy distinto al de otros tipos de plástico.
Si las latas de aerosol están vacías, sí que se pueden echar al contenedor amarillo, según el experto. Pero si no, “como la primera etapa del reciclado es un prensado, el gas va a reventar explosivamente y puede crear muchos problemas en la maquinaria y las personas, por no hablar de que puede incluso generar un fuego”. Por lo tanto, lo más recomendable sería vaciar completamente el producto antes de reciclarlo.
En el contenedor amarillo, según Ecoembes, tampoco deben depositarse juguetes de plástico (que deben donarse o ir al contenedor de restos), biberones, chupetes, utensilios de cocina, botes de patatas con forma de tubo, moldes de silicona para cocinar, termos, cajas de CDs y DVDs, carcasas de vídeos de VHS y cintas de casete, monederos, bolígrafos, sacapuntas, mecheros, fotografías, envases de medicamentos o neceseres.
El contenedor azul está destinado al papel y el cartón. Desde Ecoembes desaconsejan tirar tanto pañales como algunos desechos diarios como servilletas de cocina o papeles sucios: “Muchos llevan aceite y esto imposibilita el tratamiento del material”. Los briks deben ir al contenedor amarillo, “porque están compuesto no sólo por cartón, sino también de plástico y aluminio”.
El contenedor verde está destinado al vidrio. En él, hay que desechar botellas (de vino, cava…) o frascos de este material (como perfumes o colonias) y tarros de alimentos (mermeladas, conservas, etc.).
Entre los errores más frecuentes de reciclar mal, según Ecoembes, está el de confundir el vidrio con el cristal. “No son lo mismo”, insiste Muñecas. El cristal, puesto que no es reciclable, debe desecharse en el contenedor gris o, si se trata de objetos grandes (como ventanas y espejos), en los puntos limpios.
“Menos bulos, más rigor científico” es un proyecto de DKV Salud con contenido editorial de Maldita.es.